Lunes 14 de Abril de 2014, 10:44

Investigan la caída de un ovni en General Campos

| El equipo de Visión Ovni investiga un suceso ocurrido a fines de la década del 80, denominado la “Caída en Campo Grande”, que causó gran conmoción en la provincia de Entre Ríos. Fue un caso muy resonante, y muy cercano al pueblo donde el Gobernador Sergio Urribarri, fue Intendente en 1985.


La directora de la Comisión de Estudios del Fenómeno Ovni de la República Argentina (Cefora) Andrea Pérez Simondini narró que en la madrugada del 21 de diciembre de 1978, a las 02:00 AM, “los vecinos se despertaron abruptamente, por un potente estallido y el ensordecedor aullido de los perros. Al asomarse, muchos observaron un objeto incandescente desplazándose de Este a Oeste, que dejó múltiples fragmentos metálicos que cayeron en la estancia San José, de la localidad de General Campos, en la provincia de Entre Ríos. Se supo más tarde que el objeto fue visto en Córdoba, y en Santa Fe, dibujando un recorrido imaginario recto, hacia el Oeste de General Campos”. En la provincia de Córdoba fueron testigos presenciales el matrimonio compuesto por Américo Navarro y Amelia de Navarro. “Eran las tres de la mañana y como no podía dormir, dirigí mi mirada hacia la ventana, asombrado por la aparición del fenómeno que componían tres objetos iguales unos de otros, a los que compararía con sifones puestos horizontalmente, pero sin picos, con leves ovulaciones en la parte superior e inferior y que iban como unidos unos de otros o muy juntos, como un trencito”, explicó Américo. Al hombre le llamó la atención el marco de colores que rodeaba los objetos: “el objeto en sí era de color verde claro y la luminosidad que lo rodeaba de amarillo intenso, que gradualmente se hacía más claro. Al llegar a dos cuadros dentro de la reja de la ventana desperté a mi esposa, quien vio lo mismo que yo. Para seguir mejor su trayectoria mejor me levanté y me asomé por entre las rejas de la ventana, viendo que seguían avanzando con la misma velocidad del comienzo, perdiéndose a lo lejos sin ningún cambio de altura, color, ni dirección, ya que seguían como al comienzo, de Oeste a Este”. Otro testimonio es el de Armando Poletti, viajante de comercio, que ese mismo 21 de diciembre a las 2:55 am, se dirigía en su automóvil desde Rafaela a Santa Fe. “Llamó mi atención algo que ocurría en el cielo. Dos extraños objetos luminosos despedían una iluminación color naranja, y se desplazaban a gran velocidad”. Además, choferes de la empresa General Urquiza que viajaban a Gualeguaychú observaron el mismo escenario, y aunque la mayoría de los pasajeros dormitaba, fueron despertados para ver el fenómeno, oportunidad en que apreciaron la evolución de los objetos en los cielos de esa localidad. “Desarrollaban una velocidad fantástica, sin emitir ningún tipo de ruido”, dijeron después los pasajeros Alonso Lobato y María Inés Sirimarco. Un matrimonio de La Francia (Córdoba), que se dirigía hacia Angélica (Santa Fe), detuvo el automóvil en la vía para ver el paso de los objetos, mientras Ariel Fabre, que transitaba por la ruta 20 desde Chepes (La Rioja) a Salsacate (Córdoba), fue testigo del paso de los objetos. Uno de los principales protagonistas de lo que ocurrió en la Estancia San José, en Lucas Noreste (Departamento Villaguay) fue el encargado Ramón Acosta que, mientras daba las últimas cebadas a su mate para salir a recorrer el campo de los arrozales de Santiago Ferrari, no pensó nunca que sería el testigo principal del caso. En su relato, Acosta detalló que los perros estaban muy intranquilos y empezaron a ladrar sin pausa, llamando su atención. Salió del rancho e instintivamente miró hacia el cielo, viendo dos objetos muy luminosos que pasaron a gran velocidad, con rumbo a la zona de Salto, en Uruguay. “Uno de los objetos parecía estar cayendo”, dijo el trabajador. A pocos kilómetros, el dueño del campo, un hombre de apellido Ferrari, salía de su casa para arar el campo con Miguel Ángel Romero, el tractorista, pero no alcanzó a llegar al tractor cuando escuchó una fuerte explosión. “Me venía de arriba y me hizo levantar la cabeza”, admitió. “Creí que había estallado un avión en pleno vuelo. Vi un tremendo resplandor de varios colores y enseguida varias explosiones, más atenuadas, hasta que volvió a quedar todo en silencio. Vi como caían muchas lucesitas, como desprendidas de una bengala gigante. Ingresé a mi casa para contarle a mi señora, que a esa altura estaba sentada en la cama, ya que la explosión la había despertado. Comencé a trabajar a las 3:30 AM, y a eso de las 7 am, cuando ya había sol, observé delante del tractor, algo que brillaba. Pensé en una botella o en un terrón mojado, pero a medida que me acercaba vi que era algo incandescente. Resultó ser un trozo de metal que subí en la parte de atrás del tractor con la ayuda de dos maderas. Después supe que hubo muchos más en campos vecinos, pero los peones, después de recogerlos, lo devolvieron a los pastizales y arroyos. En San Salvador es donde más cayeron”. Pérez Simondini explicó que se contactaron telefónicamente con Santiago Ferrari, “quien estaba en reposo por una enfermedad reciente. Estamos en conversación con un familiar, que confirmó todos los dichos, y se predispuso bien para darnos una entrevista personal y brindar más detalles”. Nora Susana Báez, propietaria de una casa quinta en la zona de San José, “fue otro testigo importante esa noche. Hacía calor y no podía dormir y aún continuaba en la piscina, por lo que pudo oír la explosión y ver las luces que caían a tierra. En su casa-quinta cayeron también algunos restos”. Los trozos caídos en la estancia San José, “fueron recuperados y puestos a disposición del diario El Heraldo, de Concordia. Pudimos tener en nuestras manos uno de esos fragmentos metálicos desprendidos del objeto volador que surcó el espacio aéreo de General Campos en la madrugada del 21 de diciembre de 1979. Es una chapa metálica de 14 cm de ancho en su parte máxima, 12 cm de diámetro en su parte más angosta, y dos milímetros de espesor. Los bordes están derretidos, como si hubieran sido quemados por un soplete de soldadura autógena”. Según consta en la hemeroteca de El Heraldo, quien entonces ejercía la dirección del diario, el fallecido Carlos Liebermann, admitió que “el metal era muy duro, con los bordes quemados, derretidos y en otros sectores como arrancados por la explosión. En la superficie había leves rastros de pintura contra la fricción de la atmósfera. También había rastros de oxidación. Nuestra impresión personal es que se trata de los restos de una chapa protectora de algún cohete de lanzamiento de satélites, aunque siempre queda la ilusión de que se tratara de un objeto extraño. Pudimos rescatar sólo ese trozo; los demás fueron desperdigonados por los peones del campo”. Un excelente artículo que publicó Enrique O. Sdrech con fotos de José Casal para Revista R2000 (3 de enero de 1978), mostró las piezas antes de que se las llevaran funcionarios de la Fuerza Aérea. Liebermann convocó entonces a la Fuerza Aérea Argentina, y por aquel entonces, interesó la curiosidad del brigadier Rubens Omar Graffigna, quién quizás, por la importancia de este caso de General Campos, haya sido el impulsor de un área en el seno de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (Cnie), que dependía de la FAA. La ufóloga aseveró que “la comisión estaba a cargo de los capitanes Carlos Augusto Lima y Elanio Rodríguez, y funcionó hasta 1987. En ese momento decidieron enviar al ingeniero aeronáutico, integrante del departamento de Energía Eólica Juan José Mañé, y al primer teniente Roberto Hugo Vázquez, jefe del departamento de Electrónica de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales, quienes recogieron los trozos de manos de Libermann. Hicieron breves declaraciones, confirmando que ese metal no provenía del instrumental perdido que se había desprendido de un globo sonda lanzado por la Fuerza Aérea para realizar estudios atmosféricos y señalaron que se trataba de una aleación muy dura, resistente a las altas temperaturas y a la fricción producida en el roce con la atmósfera. Fuentes oficiales dejaron trascender que podrían ser restos de satélites que se encuentran en órbita alrededor del planeta, que se desintegran al terminar su vida útil”. Pérez Simondini manifestó que los oficiales “no se dejaron fotografiar, y luego de llevarse la pieza, nunca más se supo de ellos y mucho menos de los informes con los resultados, hasta el día de hoy”. Sin embargo aclaró que ubicaron al ingeniero Mañe, y consideró que “después de de 35 años, quizá la verdad salga a la luz. Pronto daremos detalles de esta investigación, porque siendo que fueron parte de la división Ovni de la Cnie, dependiente de la Fuerza Aérea Argentina, entendemos que un expediente sobre este suceso puede salir a la luz”. La revista Siete Días contactó a los oficiales de la Fuerza Aérea Argentina, quienes indicaron que la pieza, conocida popularmente como “manija de puerta”, estaba hecha de una muy fuerte aleación resistente a la fricción producida por el contacto con la atmósfera. Agregaron además que la pieza no era parte de un avión o un globo meteorológico, aunque no dijeron de qué se trataba. Un bioquímico de la ciudad de Concordia, realizó pruebas con ácido, confirmando que no hacía efecto en el metal Pérez Simondini opinó que en casos como este “es muy importante el rol que juega la prensa, ya que no sólo informa sino que además, se convierte en partícipe de la posibilidad de conocer de qué se trata. Tuvo que ver en este caso el diario El Heraldo de Concordia, que nos abrió sus puertas para el inicio de esta investigación a través de su actual director Roberto Caminos, que desde hace años viene acompañando el trabajo de Visión Ovni y del Museo del Ovni, más allá de su creencia en el tema, pero si desde el respeto por la seriedad y profesionalismo que venimos desarrollando”. La investigadora hizo llegar a AIM una copia de la foto que retrata el momento en que Caminos les entregó el original de la publicación de El Heraldo, donde aparecen publicados los hechos. “A partir de este artículo, muchas testigos fueron localizados. Con ellos estamos llevando adelante la búsqueda de piezas que aún queden en poder de la gente que ha sido partícipe de su recolección”. Para la directora de Cefora, “este es un caso histórico, fundamentalmente para la provincia de Entre Ríos y tal vez haya sido el que dio el empujón para formar una división ovni dentro de la Comisión de Investigaciones Espaciales de la Fuerza Aérea. Lo que es seguro es que el hecho fue estudiado, investigado y analizado por autoridades oficiales. Ahora buscamos el expediente para pedir su desclasificación”. Fuente: AIM.